Muchas voces se alzan a favor de las sociedades anónimas deportivas como una salvación para los clubes, pero qué pasa si no hay un éxito financiero con la institución.
Por: Juan Manuel Spontón. En un contexto de pandemia, cuarentena, más comercio que abiertos es difícil. Propongo que nuestra imaginación nos lleve a pensar en un negocio exitoso, que los números cierren todos los meses, con un buen margen de dividendos.
Un día el comercio deja de ser rentable, comienza a tener pérdidas por las razones que se imaginen: contexto, variaciones cambiarias, inflación o cualquiera de las razones que estamos acostumbrados en Argentina. En definitiva luego de un tiempo, en que los dueños hasta pusieron plata de sus bolsillos para afrontar sus obligaciones y despidieron empleados, se baja la persiana. La situación era insostenible y un cartel de “en venta” es lo único que queda de ese momento.
¿Qué pasaría si esto lo llevamos un club social? Una instalación grande, con diversas actividades, escuelas de fútbol, hockey, asadores y quinchos. Un club que tiene una respetable convocatoria, que pulula en categorías del ascenso por lo que tiene ingreso de televisación y sponsoreo. Dos hombres llegaron con sus valijas para armar una sociedades anónima, si los número cierran todo va a adelante.
En un contexto como actual, nuestro club social sufre la caída de la masa societaria al no haber actividad, pero tiene que afrontar sueldos y obligaciones. Además ya venía golpeado por un contexto de inflación, política fiscal y servicios a un costo muy alto. El coctel es explosivo, entonces los empresarios que llegaron con sus valijas empiezan a ver que el negocio cae, da perdida y, como vimos en el ejemplo anterior, eso tiene un límite. Por ende, se cierra el club.
Los dos finales son dolorosos, pero en el caso de una institución hay una contención social, un sentido de pertenencia y una función dentro de la sociedad. Los ejemplos que siempre se ponen en el tapete son los exitosos, pero también hay que ver otros como Deportes Concepción de Chile que fue desafiliada, ni hablar de México de clubes que brillaron en los 90 y hoy no existen más como Toros Neza.
La salida una vez más se enfoca en la búsqueda de dirigentes deportivos idóneos y capacitados. Un debate que la sociedad deportiva –válgame el juego de palabras- se lo debe realizar.
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